Desde que el hombre inventó la máquina, allá por la época de la revolución industrial, y con ella la necesidad de comercializarla, se nos ha hecho creer que “lo nuevo es mejor”. Cambiamos de teléfono cada año porque aparecen modelos nuevos, los televisores nos parecen anticuados a los dos o tres años aunque sigan funcionando perfectamente, reemplazamos nuestro ordenador con la excusa de que “va lento”, siendo este hecho mucho más probable por nuestra culpa o por un mal uso del mismo que por la obsolescencia del aparato. Los fabricantes y su publicidad usan el avance tecnológico como arma para conseguir que renovemos continuamente nuestros aparatos.
Desde que la fotografía digital se extendió masivamente y llegó a manos de todo el mundo este hecho se acentuó muchísimo más en el campo del consumo de cámaras. Cada nueva temporada los grandes fabricantes como canon y nikon aumentan el número de megapíxeles de sus modelos, prometiendo con ellas y sus tantos megapíxeles mucha más calidad de imagen, pero esto no es más que una estrategia de mercado y una palmadita en la espalda a la obsolescencia del producto. En cuanto aparece un nuevo modelo idéntico al anterior pero con dos o tres megapíxeles más, el usuario seguidor de tal o cual marca estará como loco por conseguirlo y desechar su “antigualla”, estando, muy probablemente esa cámara en muy buenas condiciones y con una vida útil de, tal vez, cinco años más, y todo por la mala y absurda información de que más megapíxeles es mejor.
La mayor parte de la gente relaciona el número de megapíxeles con calidad de imagen, pero nada mas alejado de la realidad. Lo que determina realmente la calidad de una fotografía es la óptica y el sensor, ese gran desconocido. En la gran mayoría de los casos tener muchos megapíxeles es incluso contraproducente, voy a explicarlo:
El número de megapíxeles de una cámara hace referencia a la resolución de las imágenes, es decir, al tamaño de la imagen a la hora de su impresión en papel, no a su calidad. Los encargados realmente de la calidad última de la imagen como he dicho antes son la óptica y el sensor. Cuanto mayor es el sensor mayor será la calidad de la imagen, igualmente cuanto mejor sea la lente mayor calidad. Se pueden hacer fotos infinitamente mejores con una cámara de 5 megapíxeles con un buen sensor y óptica que con una de 20 megapíxeles con un sensor muy pequeño y una lente de baja construcción, ya que con estos valores se alterará el ruido de la imagen, las distorsiones ópticas y cromáticas, el rango dinámico…
Un sensor es una célula compuesta de tantos “cuadraditos” como megapíxeles tenga la cámara, debajo de cada uno de estos “cuadraditos” se encuentra un fotodiodo encargado de recoger la luz en el momento de la toma y convertirla en un impulso eléctrico, por lo que si en un sensor pequeño metemos más megapíxeles de los necesarios los fotodiodos estarán situados más cerca unos de otros, así a la hora de la toma los impulsos eléctricos tan cercanos crearan interferencias, lo que provocará la aparición de ruido en la imagen incluso en escenas con muy buena luz e imágenes de poca calidad. Esto lo podemos ver claramente en los teléfonos móviles, cada vez nos prometen cámaras de más megapíxeles pero indudablemente los sensores tan pequeños y las ópticas tan baratas crean imágenes que en nada pueden compararse a una cámara réflex con el mismo número de megapíxeles.
Todos estos motivos hacen que no crea en la obsolescencia de las máquinas por el avance tecnológico pero si en la obsolescencia programada, aunque ese es otro gran tema aparte. Creo que el usuario debería informarse bien antes de la compra de un artículo e invertir un poco más a la hora de adquirirlo, asegurándose de tener entre sus manos el producto adecuado a sus necesidades, ya que si obviamos un poco el llamado “avance tecnológico” nuestras cámaras nos pueden durar muchísimos más años de los que podríamos pensar. Podríamos disfrutar más nuestros productos y a su vez nuestro planeta nos estará altamente agradecido.